martes, 3 de abril de 2007

Otra vez sopa...

Ya venía aguantando mucho, hace como 2 meses que no me enfermaba (sino es 3, incluso me arriesgo a decir un 4), mientras todos mis compañeros de trabajo iban cayendo uno por uno, yo seguía firme cual gladiador (semental marsupial de la pradera) en esta guerra de gérmenes.

Pero finalmente el frío me ataco por la espalda (literalmente), mi cota de material sintético con felpa que impide el paso del frío, fallo y ahora estoy produciendo cantidades industriales de mo...bueno digamos que estoy usando muchos pañuelos.

Si la película Osmosis Jones fuera verídica, mi ciudad no tendría defensas.
Aunque claro, para no quedar tan choto frente ciudades vecinas, habría puesto un enrejado con un cartel de "No pasar" y 2 Caniche Toy (de los bueno) cuidando la entrada.
Eso no sería problema si tuviera héroe salvador (acompañado de una pastilla de .. no me acuerdo de que era la pastilla) que me curé y se quede con la chica bonita. Nop, nada que ver, al contrario están todos muy ocupados escondiéndose en el glamour de la sinusitis (y no hay chicas lindas tampoco).
Mi cuerpo vendría a ser como Indonesia de las enfermedades (siendo este último, el país que mayor cantidad de catástrofes naturales sufre por año) .

Lo único bueno es que nací en una época donde la medicina esta tan avanzada que los médicos pueden curarme con mágicos remedios o me mienten increíblemente, me cobran $5 y me curo solo, pero creyendo que ellos son picantes.

Pero en la época medieval (y siglos después) era todo mucho mas confuso, gracias a Anfrix me pude enterar de cosas muy interesantes como ser:

Si nos enfermásemos en la Edad Media tendríamos tres posibles destinos, que variarían dependiendo del tipo de especialista que nos toque: los doctores, los monjes o los herborístas. Irónicamente caer en las manos de un doctor medieval era lo peor que podía ocurrirnos ya que éstos se basaban en amuletos y oscuras teorías relacionadas a “sobrantes de cuerpo” que llevaban a amputaciones o drenados de sangre groseros e innecesarios que, consecuentemente, terminaban en la muerte del paciente. Ser tratados por un monje era más bien esperar a que nuestras auto-defensas corporales nos salvaran de morir. Aunque un plus radicaba en que los monjes ofrecían comida y reposo al paciente, lo que en gran parte de las enfermedades “mortales” de la época (gripe, resfríos, etc) era lo suficiente como para curarnos. Por último se encontraban los herborístas, éstos, llamativamente, eran lo mejor que podría tocarnos. Basados en los conocimientos empíricos dejados por los Griegos y Romanos de las plantas y los animales, se dedicaban a realizar “pócimas” que, algunas veces, lograban recuperarnos.

Según estos médicos, no hubiera tenido cura a mis múltiples problemas de salud y enfermedades casi constantes, quemarme en la hoguera hubiera sido la mejor opción.

Como no me iba a prender en esa movida de la hoguera, seguramente me hubiera dejado engañar, por algún charlatan de turno (vendría ser un Sprayete de antaño) y me hubiera comido el verso de la Inmortalidad.

Se ve que había un tal Giuseppe Balsamo al que le preocupaba bastante el tema, dedicándose muchos años de su vida a estudiar la forma de hacerse inmortal (vendría a ser como los alquimistas con la piedra filosofal, pero versión trucha).
Guise (con confianza), se había fijado que las larvas se convertía en mariposas al encerrarse en capullos. Ahí nomas y en una analogía con el ser humano, dedujo que los fetos se producían en una especie de capullo natural. Sin lugar a dudas esa era la respuesta.
El resultado:

Su sistema se basaba en encerrar a la persona en una bolsa hecha con sabanas colgadas al techo con el fin de que ésta permaneciera “regenerándose” por un par meses dentro del capullo. Durante su estadía como larva la persona debía solo alimentarse de un caldo de pollo y vivir entre sus excrementos, los cuales caían por un oportuno orificio ubicado en la tela. En teoría el “tratamiento” en un principio provocaba la pérdida del cabello y los dientes, los cuales luego renacían bellos y jóvenes al igual que una mariposa. La excusa era que para que nazcan las “nuevas partes” primero había que deshacerse de las viejas. Por supuesto que esto eran puras patrañas, y el pelo y los dientes se perdían a causa del escorbuto y las infecciones para nunca más ser recuperados.

Es en este preciso momento (en el cuál tengo el pañuelo atado a la mano prácticamente) que agradezco haber nacido en esta época.




PD: notese que las fotos son cualquier cosa, menos la de Giuse, donde se ve claramente que se esta llevando a una mujer para la bolsa (o a un hombre, con esas pelucas uno nunca sabe)

1 comentario:

Brid dijo...

eso porq tenes las defensas bajas, en tu caso es una terrible falta de coctel de drogas, o no te estas tomando el danonino recetado por tu medico de cabecera!, macho si te quejas tanto, anda a la guardia del italiano, decile: "hola, no quiero enfermarme por 3 años de gripe", ellos te van a presentar a Don Benzetazil + diluyente...y de bonus te dan un certificado que no vas a poder sentarte por 4 dias....